martes, 22 de diciembre de 2009

Cómo regalar condones puede ayudar a la lucha contra el SIDA

Me parece interesante explicar la lógica que hay detrás de esto, porque si bien regalar condones promueve el sexo, ¿cómo ayuda esto a la prevención del sida?

Este posteo está basado en el notable libro “More Sex is Safer Sex” de Steven E. Landsburg, yo solo resumiré parte de uno de sus capítulos.

Para entender el aporte que una medida de esta índole podría tener, pensemos en una pareja de oficinistas, Juan y Antonia. Ambos han sido históricamente sumamente responsables en cuanto a su comportamiento sexual, manteniendo el número de parejas en el mínimo y siempre tomando todos los cuidados del caso. En la oficina también trabaja Luis, que a diferencia de Juan, ha llevado una vida licenciosa, promiscua y de escasos cuidados.

Juan y Antonia llevan coqueteando un tiempo, pero la timidez de ambos ha impedido que se concrete el romance. Un fin de año cualquiera, previo a la fiesta de la empresa, ambos deciden, por su cuenta e independientemente, que es hora de traspasar la barrera física en la relación meramente platónica que llevan. Antes de la fiesta, Juan, expuesto a una serie de estímulos que le hablan de los peligros que una relación sexual acarrea, decide no ser parte de la fiesta. En este escenario, nos encontramos con Antonia, en la fiesta, decidida a tener sexo, pero sin una pareja “segura” con la cual practicarlo. En cambio, en la fiesta está Luis y todos los potenciales riesgos que eso conlleva. Ahora Antonia, tiene una selección mucho menos favorable de parejas sexuales de las cuales elegir.

Este es un típico problema de externalidades, donde los agentes no son capaces de percibir todos los beneficios o costos de sus actos. Para la sociedad en su conjunto, es preferible que Antonia tenga sexo con Juan, antes que con Luis; pero es imposible que Juan tenga en cuenta todos los beneficios que su acto conlleva. Para él, solo acarrea el beneficio personal que él pueda atribuirle a tener sexo (que basado en su comportamiento histórico, no debe ser muy alto).

Si le creemos a Coase, este problema lo debiera resolver el mercado. Sin embargo, en este caso la definición de propiedad es sumamente compleja. ¿Qué alternativa tenemos? Los impuestos (o en su versión positiva, los subsidios). Debemos ser capaces de generar un incentivo que promueva a aquellas personas que están teniendo poco sexo (como Juan), a tener más, sin provocar lo mismo en las personas que están teniendo mucho (como Luis). Una alternativa, regalar condones a diestra y siniestra.

Veamos cómo este subsidio cumple con los requisitos. Partamos de la base que es imposible discriminar los Juanes de los Luises, por lo tanto, cualquier esfuerzo por dirigir los recursos a solo los primeros será poco eficiente. Pero ¿por qué un Juan es más proclive a tener sexo con un condón en la mano, y a un Luis no le hace mayor diferencia? Porque para Juan, poseer uno es claramente una disminución en los “costos” que un acto sexual acarrea, en cambio para Luis no lo es (lo sabemos porque su historial nos dice que para él, el sexo no necesariamente tiene este “costo”).

En resumen, regalar condones es un subsidio al sexo. La gracia que tiene, es que ese subsidio modificará mayormente el comportamiento de las personas que tienen “poco” sexo. Que es precisamente lo que la sociedad desea. Por ende, mientras más sexo, es sexo más seguro.